A la sombra de las pirámides

El Museo Barraco conserva la valiosa “estela de la falsa puerta” del dignatario Nefer, que vivió en Egipto en los tiempos de la IV Dinastía (2575-2465 a.C.), la de los grandes faraones constructores de las pirámides. Gracias a su alto cargo en la corte (era el superintendente de todos los escribas del rey, de los almacenes de las provisiones y de la “casa de las armas”), Nefer tuvo el honor de ser enterrado en una mastaba del cementerio real a los pies de la gran pirámide de Keops. Las mastabas (del término árabe que significa “banco”) son edificios funerarios característicos de las primeras dinastías de la civilización egipcia: se trata de monumentos troncopiramidales con estructura llena, destinados a acoger el pozo funerario que comunicaba el área exterior con la cámara sepulcral subterránea donde se encontraban el sarcófago del difunto y su ajuar funerario.
 Nefer añadió a la estructura de la tumba una pequeña capilla funeraria, revestida con relieves, que se ha reconstruido en el Museo Barraco en sus dimensiones originales. Los relieves de la tumba distribuidos por diferentes museos europeos y americanos (París, Louvre; Copenhague, Ny Carlsberg Glyptotek; Museo de Birmingham,  University of Pennsylvania Museum de Filadelfia; Museum of Fine Arts de Boston) se reproducen por imágenes en el interior de la capilla funeraria, que está reconstruida de tal manera que devuelve la imagen general de una tumba egipcia del tercer milenio antes de Cristo. 
 La exposición prevé la reconstrucción en dimensiones 1:1 - en la galería externa del primer piso del Museo - de la capilla funeraria de Nefer con diapositivas retroiluminadas que reproducen en su totalidad la decoración en relieve presente en su interior.

La estela del Museo Barraco fue comprada por Giovanni Barracco en una subasta en París en 1868: en esa ocasión se vendían las obras de la colección de Napoleón José Carlos Bonaparte, llamado Plon Plon, hijo del hermano menor de Napoleón I. El príncipe había programado, para 1858, un viaje a Egipto, tras las huellas de la expedición napoleónica de 1798-1801. Para acoger dignamente a un invitado tan ilustre, el gobernador de Egipto, Said Pasha, decidió organizar antes una serie de campañas de excavaciones para que el príncipe pudiera experimentar el placer de “descubrir” los tesoros arqueológicos del Egipto de los faraones, que emergían, como por arte de magia, de la arena del desierto.
 Para preparar esta puesta en escena, fue convocado en Egipto el famoso egiptólogo Auguste Mariette, por ese entonces conservador auxiliar de las antigüedades egipcias del Louvre. Mariette llegó a Egipto en 1857 y, en poco tiempo, consiguió abrir hasta 35 obras de excavación, dirigiendo personalmente las excavaciones y controlando activamente todos los importantes descubrimientos que se realizaban en los diferentes lugares. El resultado de los hallazgos que emergieron de aquellas exploraciones fue impresionante, tanto en calidad como en cantidad.
 El viaje se anuló, pero el príncipe recibió en homenaje una serie de obras egipcias, entre las que destacaba la estela de Nefer.  Plon Plon conservaba estas obras en su suntuosa Maison Pompéienne, mandada construir en París inspirándose en una domus de Pompeya. En un momento de problemas políticos, el príncipe Napoleón vendió la casa y la colección. La estela de Nefer se convirtió en la primera pieza recogida por Giovanni Barracco.